Con el termómetro marcando menos ganas de salir y más ganas de quedarse, hay platos que se vuelven protagonistas sin pedir permiso. El pastel de papa es uno de ellos. No tiene redes sociales, no viene en packaging colorido ni necesita presentación. Pero cuando llega a la mesa, todos saben que se viene algo bueno.
Ideal para el otoño marplatense, este plato combina lo mejor de dos mundos: un puré suave, cremoso, y un relleno sabroso que puede variar según el gusto o el presupuesto. El clásico lleva carne picada salteada con cebolla, morrón, ajo, un toque de tomate, condimentos como pimentón, comino o ají molido, y si se quiere, pasas de uva para el equipo “dulce/salado”.
El secreto está en el puré: bien batido, con manteca, leche y nuez moscada. Se arma en capas, se lleva al horno con queso rallado o cubitos de manteca por encima, y se gratina hasta que la superficie diga: comeme ya.
No hay reglas estrictas: hay quienes le agregan huevo duro, aceitunas, arvejas, o lo hacen solo con verduras. También hay versiones vegetarianas con lentejas o soja texturizada. Pero lo que no cambia es la sensación de volver al hogar con cada bocado.
El pastel de papa no está de moda. Está más allá de eso. Es esa receta que aprendiste mirando de reojo a tu abuela, que siempre te salva cuando no sabés qué cocinar, y que hace feliz a cualquiera que la huela al llegar a casa.
Otoño es sinónimo de platos al horno, de comida que se comparte y que se sirve caliente. Y el pastel de papa, sin dudas, es uno de los reyes de esta temporada.